Foto: Antonio ViguerasEl anuncio de que Roberto Martín “Jarocho” tomará la alternativa a finales de agosto en la Feria de San Antolín de Palencia ha sido noticia recibida por quienes creen que tiene mimbres de figura precoz, con grandes dosis de ilusión pese a lo poco que lleva toreado; y también con escepticismo (y preocupación) por aquellos que piensan que no tiene todavía el oficio necesario para cuajar en el torero distinguido que lanzó San Isidro. Dos opiniones muy respetables, porque en la historia del toreo hay suficientes ejemplos para que ambas posturas tengan razón.
Pero lo cierto es que tal y como está el panorama de las novilladas y valorando las ganas -y la necesidad- que tienen los aficionados de que surjan nuevos valores, los primeros seguro que apoyan su tesis recordando que un tal Ángel Teruel, torero con el que este Jarocho comparte el buen gusto del que hacía gala la figura de Embajadores, se hizo matador de toros con apenas una docena de novilladas. Claro que los escépticos dirán que sí, pero que entonces se cuidaba con celo a los toreros que precisaban rodaje, que había medios de comunicación, con las televisiones al frente, que lograban que el gran público conociera sus cualidades desde el mismo instante que comenzaban a ser argumento principal de tertulias y mentideros. Y sobre todo que el toro era muy distinto.
El caso retrata una de las asignaturas pendientes del sistema que tutela el negocio de la fiesta brava. Y es una pena que no lo corrijan con inmediatez. No es un caso único, en la misma situación que vive el torero burgalés, se encuentran dos valencianos también con mucha valía: Samuel Navalón, de Ayora, todo efervescencia y entrega, que tiene anunciada su alternativa para septiembre en la Feria de Albacete; y Nek Romero, de Algemesí, que se expresa por el palo de la pureza más clásica, que ya al inicio de temporada anunciaba su ascenso coincidiendo con la despedida de Enrique Ponce en el 9 de octubre. Los tres figuran en el cartel de la novillada de la Fira de Juliol. Una cita previa a sus doctorados que se espera con interés y que debería considerarse como un acontecimiento especial merecedor de la mejor puesta en escena si es verdad que se quiere apostar por el futuro.
