En tres días, tres presidentes han hecho méritos para que los pasen, como mucho, a bedeles. No puede ser tantos errores seguidos en la primera plaza del mundo. Donde debería imperar la sensatez, el conocimiento, la justeza o justicia como quieran llamar al equilibrio del palco con más importancia y trascendencia de todas las plazas. Un palco que quita cuando no hay razón, o que cuando tampoco hay argumentos reales, es una veleta que siembra el desconcierto. Y más aún porque en Madrid todavía los trofeos, o los petardos, tienen valor en la bolsa taurina. Lo uno para sumar contratos y lo otro para amontonar olvidos.
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