En plena Feria de Santiago de Santander comenzó una racha negra que ha culminado con la muerte de la excelsa sabiduría de Paco Camino. Un efecto dominó de luminosos personajes que tuve la suerte de conocer con mayor o menor trato.
El Niño Sabio de Camas ha sido un superdotado del toreo. La capacidad de poder con tantos toros, de ser fiel a su personalidad, de no renunciar a la gracia de sus raíces, de hacer fácil lo difícil. Un genio. El gran valedor de Santa Coloma, que le dio grandes triunfos y algunas cornadas. En su refugio de la sierra de Gredos crió “buendías” soñando con embestidas pulseadas en los ruedos. Allí le visité y tuve ocasión de escucharle.
Pepe Luis Vázquez Silva. No se puede comparar con el figurón del toreo que hemos despedido antes. Fue otra cosa. Un torero de culto quizá, al que siempre se le esperó. El paradigma de la naturalidad. Su timidez iba asociada a un fino sentido del humor. Un apellido siempre ligado al de mi familia, como dinastía hermana. Toreó con mi tío Miguel en Quito un festival en el que dio una vuelta al ruedo después de una preciosa faena malograda con la espada. Cuando había recorrido tres cuartos de plaza se metió en el burladero pensando que era el de matadores. Al recorrer por el callejón el tramo que le faltaba, comentó: “La falta de costumbre, chiquillo”. Esa era la grandeza de Pepe Luis Vázquez. Me emocioné con la faena de Granada, sufrí con su fragilidad en Illescas y en Aranjuez. Pero las tres tardes me dejaron el poso de la naturalidad. Del toreo sin crispación que fluye como el agua de un manantial. Qué torería. Cuando le veía de espaldas citar con las yemas de los dedos entendía en gran medida lo que tantas veces me han contado de mi abuelo y que no pude vivir.
También despedimos a Solita Sánchez y Sánchez. Viuda de Juan Mari Pérez Tabernero, madre de Juan Ignacio, María, Dolores, Solita y Carmen Pérez Tabernero. En Linejo se ha forjado una parte significativa de mi afición, ya que íbamos desde niños en muchas ocasiones a lo lardo del año. Solita me trataba como un nieto más. Elegante, distinguida, con mucha afición ya que provenía de una importante casa ganadera.
Nos dejó el alcalde Peña. José María, el padre de mi amiga Eva. Un señor, un gran alcalde de Burgos y un magnífico aficionado a los toros. Sencillo, cercano y apasionado de su familia. Estuvimos en una ocasión juntos con Ortega Cano en un homenaje que le dieron al diestro de Cartagena. Mantuvimos una tertulia muy agradable en la que demostró, además, una memoria prodigiosa.
Por último, falleció Gonzalo Rincón. Mi tocayo. Padre del César del Toreo. Le traté poco pero siempre con mucho cariño. Me animaba a ser torero. Me decía que anduviera mucho y que entrenara mucho de salón. Me contaba anécdotas de los inicios de su hijo. Recuerdo un ejemplo muy gráfico que comentaba: “Si uno va conduciendo el coche tenso, con los brazos haciendo fuerza, además de agotador puede ser peligroso porque reacciona uno peor. En cambio si uno coge el volante con soltura, sin tensión, puede manejarse mejor. Lo mismo ocurre con el toreo, toda la tensión te perjudica a la hora de torear”. Casi nada.
A todos ellos, que Dios les acoja en su gloria. Descansen en paz.