La verdad es que no sólo no era partidario, la verdad es que cuando pusieron la cubierta en Zaragoza incluso me sentí mal y no soportaba aquel ruido y aquella sensación de cerrado. Y eso que conocía la inclemencia del tiempo, y su cierzo, cuando la plaza no llevaba puesto el preservativo de lona. No entendía los toros en un recinto cerrado. Lo cierto es que sigo pensando que este es un espectáculo a cielo abierto. Y posiblemente aquella cubierta, la primera y pionera pero también mucho más oscura y primitiva, no me hizo feliz. Pero yo que no era partidario he cambiado de idea; y cada vez que en Valencia llega el frío de la terrible humedad que recuerdo desde la infancia, estoy dispuesto a pasarme al otro bando.
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